lunes, 20 de marzo de 2017

P. Adolfo Franco, SJ: comentario para el domingo 19 de marzo


CUARESMA Domingo III
Juan 4, 5-42

Vino, pues, a una ciudad de Samaria llamada Sicar, junto a la heredad que Jacob dio a su hijo José.
Y estaba allí el pozo de Jacob. Entonces Jesús, cansado del camino, se sentó así junto al pozo. Era como la hora sexta.
Vino una mujer de Samaria a sacar agua; y Jesús le dijo: Dame de beber.
Pues sus discípulos habían ido a la ciudad a comprar de comer.
La mujer samaritana le dijo: ¿Cómo tú, siendo judío, me pides a mí de beber, que soy mujer samaritana? Porque judíos y samaritanos no se tratan entre sí.
10 Respondió Jesús y le dijo: Si conocieras el don de Dios, y quién es el que te dice: Dame de beber; tú le pedirías, y él te daría agua viva.
11 La mujer le dijo: Señor, no tienes con qué sacarla, y el pozo es hondo. ¿De dónde, pues, tienes el agua viva?
12 ¿Acaso eres tú mayor que nuestro padre Jacob, que nos dio este pozo, del cual bebieron él, sus hijos y sus ganados?
13 Respondió Jesús y le dijo: Cualquiera que bebiere de esta agua, volverá a tener sed;
14 mas el que bebiere del agua que yo le daré, no tendrá sed jamás; sino que el agua que yo le daré será en él una fuente de agua que salte para vida eterna.
15 La mujer le dijo: Señor, dame esa agua, para que no tenga yo sed, ni venga aquí a sacarla.
16 Jesús le dijo: Ve, llama a tu marido, y ven acá.
17 Respondió la mujer y dijo: No tengo marido. Jesús le dijo: Bien has dicho: No tengo marido;
18 porque cinco maridos has tenido, y el que ahora tienes no es tu marido; esto has dicho con verdad.
19 Le dijo la mujer: Señor, me parece que tú eres profeta.
20 Nuestros padres adoraron en este monte, y vosotros decís que en Jerusalén es el lugar donde se debe adorar.
21 Jesús le dijo: Mujer, créeme, que la hora viene cuando ni en este monte ni en Jerusalén adoraréis al Padre.
22 Vosotros adoráis lo que no sabéis; nosotros adoramos lo que sabemos; porque la salvación viene de los judíos.
23 Mas la hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad; porque también el Padre tales adoradores busca que le adoren.
24 Dios es Espíritu; y los que le adoran, en espíritu y en verdad es necesario que adoren.
25 Le dijo la mujer: Sé que ha de venir el Mesías, llamado el Cristo; cuando él venga nos declarará todas las cosas.
26 Jesús le dijo: Yo soy, el que habla contigo.
27 En esto vinieron sus discípulos, y se maravillaron de que hablaba con una mujer; sin embargo, ninguno dijo: ¿Qué preguntas? o, ¿Qué hablas con ella?
28 Entonces la mujer dejó su cántaro, y fue a la ciudad, y dijo a los hombres:
29 Venid, ved a un hombre que me ha dicho todo cuanto he hecho. ¿No será éste el Cristo?
30 Entonces salieron de la ciudad, y vinieron a él.
31 Entre tanto, los discípulos le rogaban, diciendo: Rabí, come.
32 El les dijo: Yo tengo una comida que comer, que vosotros no sabéis.
33 Entonces los discípulos decían unos a otros: ¿Le habrá traído alguien de comer?
34 Jesús les dijo: Mi comida es que haga la voluntad del que me envió, y que acabe su obra.
35 ¿No decís vosotros: Aún faltan cuatro meses para que llegue la siega? He aquí os digo: Alzad vuestros ojos y mirad los campos, porque ya están blancos para la siega.
36 Y el que siega recibe salario, y recoge fruto para vida eterna, para que el que siembra goce juntamente con el que siega.
37 Porque en esto es verdadero el dicho: Uno es el que siembra, y otro es el que siega.
38 Yo os he enviado a segar lo que vosotros no labrasteis; otros labraron, y vosotros habéis entrado en sus labores.
39 Y muchos de los samaritanos de aquella ciudad creyeron en él por la palabra de la mujer, que daba testimonio diciendo: Me dijo todo lo que he hecho.
40 Entonces vinieron los samaritanos a él y le rogaron que se quedase con ellos; y se quedó allí dos días.
41 Y creyeron muchos más por la palabra de él,
42 y decían a la mujer: Ya no creemos solamente por tu dicho, porque nosotros mismos hemos oído, y sabemos que verdaderamente éste es el Salvador del mundo, el Cristo.
En este admirable pasaje del diálogo de Jesús con la Samaritana, hay una serie de afirmaciones de Jesús que merecerían más espacio del que un breve comentario, como éste, permite. Es la descripción progresiva de la conversión de una mujer, a la que Jesús transforma en el corazón, y en la mente.

La mayor parte de todo el discurso está centrada en el tema del agua y de la sed. Hay un agua que no calma del todo la sed, y de la que hay que beber con frecuencia; ésta sale del pozo cavado en la tierra. Pero hay otra agua que calma la sed para siempre, y que incluso termina siendo una fuente interior inagotable

Aquí está indicando Jesús esa cualidad del ser humano de tener sed, de buscar colmar sus ansias más profundas, de buscar siempre más, de no estar plenamente satisfecho nunca. Esto indica la gran dignidad del ser humano: el tener siempre sed. Es algo que ennoblece a una persona el no estar nunca satisfecho, con lo que ha encontrado, con lo que ha obtenido, con lo que ya sabe, con lo que ha hecho: siempre quiere más, siempre busca más, siempre aspira a más. Pero por otra parte también en este pasaje se está hablando de que el ser humano puede buscar saciar su sed en cosas que no dan plena satisfacción, y que siguen dejando sediento al hombre. Son bienes demasiado efímeros, muy materiales o incluso desviados. Y como ejemplo tenemos la vida "privada" de la samaritana: había tenido cinco maridos, y no había quedado calmada su sed: después de beber cinco veces, aún necesitaba volver a beber.

Y Jesús habla de que las ansias profundas del ser humano, sólo las puede calmar El mismo, que es el agua que salta hasta la vida eterna. Sólo la verdad de Dios: el reconocer en Jesús el Mesías, sólo su salvación, sólo su Verdad, pueden calmar enteramente la sed del ser humano, sólo el amor divino está hecho a la medida de nuestra sed de amor..

Jesús empieza a dar de beber a esta mujer equivocada, con sus palabras y poco a poco. Cuando la Samaritana bebió del agua que Cristo le estaba dando con su diálogo sobre sí misma, sobre El mismo, y sobre la verdad de Dios, quedó tan plenamente satisfecha, que fue corriendo a dar la noticia a sus conciudadanos: ella misma se convirtió en fuente, para dar de beber a otros. Es un diálogo progresivo, en que Cristo poco a poco va llegando al interior de su pobre interlocutora. Al comienzo tenemos una pecadora, insatisfecha, al final tenemos una mujer liberada y con un mensaje que comunicar.

El primer paso que tiene que dar Jesús está destinado a quitarle a la samaritana la arrogancia con que reacciona a las primeras palabras de Jesús. Quitar esas defensas que nos aíslan de Dios, que nos hacen aparecer autosuficientes. La samaritana autosuficiente, le dice a Jesús ¿cómo siendo judío te acercas a mí que soy una samaritana? y además hasta se burla de El, diciéndole que ni tiene un recipiente para sacar el agua del pozo. Jesús, sin entrar a discutir, sabe encontrar el verdadero camino del alma de esta mujer. Jesús al hacerle caer en la cuente de su triste suerte de tener que venir todos los días cansadamente a buscar el agua, la está poniendo en "su sitio", le hace reconocer su indigencia.

Una vez quitado el orgullo, hay que abrirle la cabeza a la verdad y el corazón al reconocimiento del propio pecado, y al arrepentimiento de él. Jesús sabe esperar el momento oportuno para que ella reconozca que su vida no es recta, y que debe aceptar a Dios en espíritu y en verdad. Jesús utiliza como camino para que la verdad deslumbre a la samaritana, el camino de la revelación de su propio interior (has tenido cinco maridos). Entonces queda preparada para aceptar la gran verdad: Jesús es el Mesías. Con esto queda definitivamente apagada la gran sed de esta mujer.

Esto es lo que calma la sed de todos los destinatarios del mensaje de salvación: creer que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios vivo.

Adolfo Franco, SJ