domingo, 10 de abril de 2016

P. Carlos Cardó SJ: Homilía del domingo 10 de abril


EVANGELIO SEGÚN SAN JUAN 21,1-19.

Jesús se apareció otra vez a los discípulos a orillas del mar de Tiberíades. Sucedió así: Estaban juntos Simón Pedro, Tomás, llamado el Mellizo, Natanael, el de Caná de Galilea, los hijos de Zebedeo y otros dos discípulos.

Simón Pedro les dijo: "Voy a pescar". Ellos le respondieron: "Vamos también nosotros". Salieron y subieron a la barca. Pero esa noche no pescaron nada.

Al amanecer, Jesús estaba en la orilla, aunque los discípulos no sabían que era él.

Jesús les dijo: "Muchachos, ¿tienen algo para comer?". Ellos respondieron: "No".

Él les dijo: "Tiren la red a la derecha de la barca y encontrarán". Ellos la tiraron y se llenó tanto de peces que no podían arrastrarla.

El discípulo al que Jesús amaba dijo a Pedro: "¡Es el Señor!". Cuando Simón Pedro oyó que era el Señor, se ciñó la túnica, que era lo único que llevaba puesto, y se tiró al agua.

Los otros discípulos fueron en la barca, arrastrando la red con los peces, porque estaban sólo a unos cien metros de la orilla.
Al bajar a tierra vieron que había fuego preparado, un pescado sobre las brasas y pan.

Jesús les dijo: "Traigan algunos de los pescados que acaban de sacar".

Simón Pedro subió a la barca y sacó la red a tierra, llena de peces grandes: eran ciento cincuenta y tres y, a pesar de ser tantos, la red no se rompió.

Jesús les dijo: "Vengan a comer". Ninguno de los discípulos se atrevía a preguntarle: "¿Quién eres", porque sabían que era el Señor.

Jesús se acercó, tomó el pan y se lo dio, e hizo lo mismo con el pescado.

Esta fue la tercera vez que Jesús resucitado se apareció a sus discípulos.

Después de comer, Jesús dijo a Simón Pedro: "Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que estos?". Él le respondió: "Sí, Señor, tú sabes que te quiero". Jesús le dijo: "Apacienta mis corderos".

Le volvió a decir por segunda vez: "Simón, hijo de Juan, ¿me amas?". Él le respondió: "Sí, Señor, sabes que te quiero". Jesús le dijo: "Apacienta mis ovejas".

Le preguntó por tercera vez: "Simón, hijo de Juan, ¿me quieres?". Pedro se entristeció de que por tercera vez le preguntara si lo quería, y le dijo: "Señor, tú lo sabes todo; sabes que te quiero". Jesús le dijo: "Apacienta mis ovejas.

Te aseguro que cuando eras joven, tú mismo te vestías e ibas a donde querías. Pero cuando seas viejo, extenderás tus brazos, y otro te atará y te llevará a donde no quieras".

De esta manera, indicaba con qué muerte Pedro debía glorificar a Dios. Y después de hablar así, le dijo: "Sígueme".


Dos partes en el evangelio de hoy: la primera muestra cómo el Resucitado se hace presente en la pesca, que representa la labor evangelizadora de la Iglesia; la segunda corresponde a la comida, que sigue a la pesca y representa a la eucaristía, principio y fin de la misión.

“Estaban juntos”. El Resucitado se hace presente en la comunidad. Esta vez ya no son 12 los reunidos sino 7, quizá porque el 7, número que simboliza totalidad, sirve para aludir a la universalidad que ha de caracterizar a la Iglesia. Se menciona a Pedro, que a pesar de las negaciones, sigue siendo el apóstol destinado a pastorear, en nombre de Jesús, a la comunidad. Su autoridad ha de estar inspirada por el amor al Señor (10, 1-18), buen pastor, y a sus ovejas, que deben ser tratadas como hermanos y amigos (15,14s).

“Voy a pescar”, dice Pedro. Es la misión de la comunidad. “Los he destinado para que vayan y den fruto”. La iniciativa de Pedro arrastra.

“Salieron, pero aquella noche no pescaron nada”. Sin el Señor, y de noche, la labor es infecunda: “porque sin mí, no pueden hacer nada”, les había dicho (15,5). El trabajo sin unión a Jesús no rinde. Ni siquiera saben dónde echar la red. El Señor se lo dirá y recogerán fruto abundante.

“Cuando amaneció”. Jesucristo es la luz del mundo, la aurora del sol que nace de lo alto. Pero ellos, concentrados en su esfuerzo, no reconocen al Señor.

“Muchachos”, hijitos (13,33), les dice con afecto personal. “¿Tienen pescado?”. Ellos responden secamente: No, mostrando toda su decepción. 

“Echen la red a la derecha”. El fruto que logren se debe a la docilidad a las palabras de Jesús, a su mensaje.

“Muchedumbre de peces”. La abundante pesca simboliza la entera comunidad de fieles, reunidos por la predicación y esfuerzos apostólicos en la Iglesia. Y a pesar de ser tantos los ganados para Cristo, la red de la Iglesia no se rompe, porque cuenta con las promesas de Jesús (17,21-24).

La pesca concluye con una invitación del Resucitado a una comida, que por la forma como está narrada es una alusión clara a la eucaristía. “Vengan a comer”. El evangelista Juan quiere hacernos conscientes de la presencia permanente de Jesucristo Resucitado en el banquete de la eucaristía (Jesús lo explicará en su discurso sobre del Pan de Vida, en el cap.6). En ella está presente el Señor. Participar en la eucaristía, aceptar el don de Jesús, implica el compromiso del discípulo a asimilarse a la vida y muerte del Señor. Es el sentido del diálogo con Pedro que sigue a continuación.

“Simón de Juan, ¿me amas más que éstos?”. Pedro ha pretendido ser el primero. Ahora Jesús le pregunta si puede aducir la única razón por la cual podría justificar su pretensión de ser el primero: un amor mayor que el de los demás. Pedro no podría afirmarlo, ha negado a su Señor. Por eso evita toda comparación y simplemente expresa su cariño de amigo. “Señor, sí, tú sabes que te quiero”. Ya no queda nada de su pretensión y obstinación anterior. Ha aprendido también que el amor a Jesús se demuestra no con declaraciones de fidelidad, sino mostrándose disponible a servir como él hasta dar la vida (14,21: “El que ha hecho suyos mis mandamientos y los cumple, ése es el que me ama”). 

Jesús le dice “Apacienta mis corderos”. Hace ver a Pedro que su amistad sólo es auténtica si se entrega a dar y promover la vida de los demás. “Apacentar”, procurar pasto, significa alimentar, dar vida, colaborar con Jesús en dar vida a sus corderos y ovejas, es decir, a todo el rebaño, a los pequeños y a los grandes, sin discriminación basada en la importancia (o en todo caso, primero los pequeños).

*“Le preguntó de nuevo: Simón de Juan...” y la respuesta de Pedro es la misma; afirma su vinculación a Jesús como amigo y se remite a su saber. Jesús le dice “pastorea mis ovejas”, asociando al discípulo a su oficio de buen pastor, que se entrega por las ovejas.

*“Por tercera vez le preguntó: Simón de Juan ¿me quieres?”. Pedro advierte que le pregunta por tercera vez porque tres veces lo negó, y se entristece, se mueve a una rectificación total. Pedro había seguido al Señor como quien vive sometido a un jefe. Lo que le pide Jesús es la adhesión que da libertad, porque se basa no en la subordinación sino en la amistad. Pedro ha de tener esto para dar su respuesta, que será la definitiva.  Ahora ve que no puede tener secretos para Jesús y que éste conoce perfectamente la calidad de su adhesión. Por eso dice: “Señor, tú lo sabes todo…”

Y Jesús con sus palabras, “Apacienta mis ovejas”, sintetiza las dos invitaciones anteriores, moviendo a Pedro a considerar como misión suya el hacer que los hermanos encuentren vida. Pero para esto, tendrá que estar dispuesto a entregar su propia vida. Por eso añade Jesús: “Cuando eras joven…ibas donde querías, cuando seas viejo otros te ceñirán y llevarán donde no quieras ir”. Le predice con ello que su destino será dar su vida en la cruz como él. “Dicho esto, añadió: Sígueme”. Pedro inicia o recomienza su discipulado, sigue los pasos de Jesús en su vida y en su muerte.

Celebramos la eucaristía conscientes de que el Señor resucitado se nos hace presente. Traemos nuestro pan y nuestro vino pero él es nuestro anfitrión. En la celebración eucarística se conjuntan la iniciativa divina y la acción humana. Jesús nos ofrece el don de su cuerpo y de su sangre, y el aceptarlo y comulgar nos compromete a asimilarnos a él, en su vida y en su misión de dar vida.