viernes, 26 de febrero de 2016

Poeta 327: Eduardo Chirinos


EDUARDO CHIRINOS

Hijo de Eduardo Chirinos Quesada y Ana María Arrieta Lostaunau. Cursó su educación secundaria en el Colegio de la Inmaculada (1967-1977). Ingresó a la Facultad de Humanidades de la Pontificia Universidad Católica del Perú, donde en 1985 se graduó de bachiller con mención en Lingüística y Literatura. En 1988 obtuvo su licenciatura.

Como muchos poetas peruanos, comenzó a publicar desde muy joven. Sus primeros poemarios fueron: Cuadernos de Horacio Morell (1981), Crónicas de un ocioso (1983) y Archivo de huellas digitales (1985); por este último obtuvo el Premio Copé 1984. Viajó a España con una beca del Instituto de Cooperación Iberoamericana (1986).

A su vuelta a Lima en 1988 se desempeñó como periodista cultural y profesor de literatura en la Pontificia Universidad Católica del Perú. En 1993 viajó a los Estados Unidos para completar sus estudios en la Universidad de Rutgers (Nueva Jersey), donde se doctoró con una tesis sobre el silencio en la poesía hispanoamericana que el Fondo de Cultura Económica publicó con el título La morada del silencio (1998).

Desde entonces residió en diversas ciudades estadounidenses: New Brunswick, Binghamton, Filadelfia y Missoula. Se desempeñó como profesor de literatura hispanoamericana en la Universidad de Binghamton (1999), la Universidad de Pensilvania (1999-2000) y la Universidad de Montana (2000-2016). Murió en febrero de 2016 víctima de cáncer.

LA TRANQUILIDAD ES UN CAMPO DE ARENA
RECITA A GARCILASO EN LAS PLAYAS DEL SUR


El mar,
las piedras, algunas gaviotas,
gaviotas blancas, grises, de pico anaranjado,
maderos rotos,
moscas sobrevolando el cadáver de un lobo marino
(hermoso animal varado por las aguas) corrientes aguas, puras,
cristalinas
y una toalla húmeda secando nuestros pies

('La tranquilidad es un campo de arena', escribí en la inmensa
soledad de estos parajes.
'Moles de arcilla y concha han resistido al furioso embate de las
aguas, al furioso embate de estas mismas aguas
donde ahora me entristezco y canto.')

¿Y yo qué he de cantar?
El dulce lamentar del s. xvi en un paraje salino
(rocas peladas y no verduras en las eras);
el triste cantar de dos pastores en las playas del sur
(murmullo solitario de las aguas y no silencio de la selva umbrosa),
idénticos espacios para ejercer el oficio
do natura o menester me inclinan.

'Aves y peces han condicionado sus cuerpos para habitar este lugar.
Aves y peces han evolucionado en el curso de los tiempos
para enterrar por siempre
sus huesos en la arena.'

Es así como la muerte anuncia el nacimiento y vuelven, ambas,
al punto de partida,
y las estaciones y los calendarios no son más que piezas
distintas de un mismo tablero y estas aguas son, amor,
las mismas aguas que vienes observando en algún lugar del
mundo
donde jamás habrás de ver lo que yo veo:

El mar,
las piedras, algunas gaviota?
gaviotas blancas, grises, de pico anaranjado,
maderos rotos,
moscas sobrevolando el cadáver de un hernioso animal varado
por las aguas.

MÁS INFORMACIÓN