sábado, 18 de abril de 2015

Poeta 282: Francesco Petrarca


FRANCESCO PETRARCA
 
Nació el 20 de julio de 1304 en Arezzo (Italia). Su padre fue un desterrado del mismo grupo político de Dante. A la edad de ocho años se trasladó junto a su familia de la Toscana a Aviñón (Francia). En 1326 falleció su padre, y Petrarca, que había estado estudiando Leyes en la Universidad de Bolonia, regresó a Aviñón, donde pronunció los votos eclesiásticos menores, hacia 1330.

El Viernes Santo de 1327, vio por primera vez a Laura, la mujer idealizada por el poeta, cuyo nombre inmortalizó a través de sus poemas líricos. Realizó viajes por toda Italia, Francia, Alemania y los Países Bajos. En 1330 conoció al escritor Giovanni Boccaccio en Florencia, con quien ya había mantenido correspondencia desde algún tiempo antes. Ambos se situaron al frente de un movimiento de redescubrimiento de la cultura de la antigüedad clásica.

Entre 1353 y 1361 reside en Milán y hasta 1374, entre Padua, Venecia y Arquà (Véneto). Le nombraron poeta laureado por el Senado de Roma, en 1341.

Escribió en latín e italiano. Entre sus obras en latín destacan África (1338-1342) y De viris illustribus (hacia 1338), una serie de biografías de personajes ilustres. Además en latín escribió églogas y epístolas en verso, el diálogo Secretum (1343), y el tratado De vita solitaria (1346-1356). De sus obras, la más famosa es una colección de poemas en italiano titulada Rime in vita e morta di Madonna Laura (posterior a 1327) y que después fue ampliada a lo largo de su vida y se conoce como Cancionero. Francesco Petrarca falleció en Arquà el 18 de julio de 1374.

BENDITO SEA EL AÑO

Bendito sea el año, el punto, el día,
la estación, el lugar, el mes, la hora
y el país, en el cual su encantadora
mirada encadenóse al alma mía.

Bendita la dulcísima porfía
de entregarme a ese amor que en mi alma mora,
y el arco y las saetas, de que ahora
las llagas siento abiertas todavía.

Benditas las palabras con que canto
el nombre de mi amada; y mi tormento,
mis ansias, mis suspiros, y mi llanto.

Y benditos mis versos y mi arte
pues la ensalzan, y, en fin, mi pensamiento,
puesto que ella tan solo lo comparte.