domingo, 25 de mayo de 2014

Poeta 238: Catulo


CAYO VALERIO CATULO

(Italia, -0087 aC--0054 aC) Poeta romano, muchas veces considerado el mejor escritor latino de poesía lírica. Se cree que Catulo nació en Verona y se estableció en Roma hacia el 62 a.C., donde fue el miembro más destacado de los poetas jóvenes que emulaban las formas métricas de los poetas griegos de Alejandría (Egipto). Entre las obras más famosas de Catulo están sus llamados Poemas a Lesbia, que expresan profunda pasión, devoción, desprecio y odio hacia una dama misteriosa, identificada únicamente como Lesbia. Los eruditos conjeturan que Lesbia en realidad era Clodia, una mujer hermosa pero sin escrúpulos que habría sido infiel al joven poeta. Aunque el punto central es Lesbia, muchos de los poemas expresan las dudas, la autocrítica y la autocompasión del propio Catulo. Con independencia de los hechos exactos, los críticos por lo general coinciden en que los poemas de Lesbia se cuentan entre las expresiones más intensas y efectivas de la literatura romana. Suelen ser obras breves, de tema variado, escritas en forma lírica. Intercalados con los poemas de Lesbia hay versos epigramáticos en los que ataca a sus rivales y enemigos. Muy afectado emocionalmente tras su ruptura con Clodia hacia el 57 a.C., Catulo parece ser que realizó un largo viaje por las provincias romanas de Asia Menor. Su popular oda con el verso frater ave atque vale (hermano hola y adiós) está inspirada en una visita a la tumba de su hermano en Troya. A su regreso (c. 56 a.C.), Catulo escribió su poema más extenso, Las bodas de Peleo y Tetis. Hacia el final de su vida escribió unos ataques directos personales contra Julio César y sus compañeros políticos. Se cree que murió joven, puede que a la edad de 30 años. La influencia de la poesía de Catulo no sólo se puede apreciar en la poesía amorosa de los poetas latinos posteriores, como ocurre con Ovidio y Horacio, sino también en los epitalamios de los poetas ingleses del renacimiento, como Robert Herrick, Ben Jonson y Edmund Spenser, y en los neoclasicistas españoles del siglo XVIII, como Meléndez Valdés y Lista.

Fuente: EPDLP

CARMEN III

Llorad, tanto Gracias y Cupidillos,
como todos los hombres más sensibles.
El gorrioncito de mi niña ha muerto,
el gorrioncito, joya de mi niña,
a quien amaba más que a sus ojitos;
pues de miel era y conocía, como
la hija conoce a su madre, a su dueña;
nunca se apartaba de su regazo, 
sino que, saltando a su alrededor, 
piaba constantemente para su ama.
Y ahora hace un camino de tinieblas,
hacia un lugar de retorno prohibido.
Sed malditas, malas sombras del Orco,
que fagocitáis todo lo precioso;
me arrancasteis este gorrión tan lindo.
¡Oh, acción malévola!¡Oh, gorrión perdido!
Ahora, por tu culpa, los ojitos
hinchaditos de mi niña se encarnan.

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