jueves, 3 de abril de 2014

Tomasio (03/04/2014): Que pasa cuando hay un terremoto


Era de madrugada, pero no hacía frio. Me desperté súbitamente por el movimiento violento de la cama que iba acompañado de un ruido estruendoso y desproporcionado para esa hora del día; aquel era imponente e infundía respeto y temor. Oía el ruido de cristales que se rompían, madera que crujía, sonidos que no había escuchado anteriormente con semejante estruendo, todos al mismo tiempo. Era indescriptible, atemorizante y sobrecogedor. Algo nuevo a mis oídos, venía de lejos, se acercaba y alejaba de nuevo, ese estrépito venía acompañado de violentas sacudidas, tanto verticales como horizontales.

Traté de levantarme lo más rápido de que pude, con los años, mi movilidad había disminuido y ya no gozaba de esa agilidad y flexibilidad de otros tiempos. Entraste a mi habitación envuelto en tu bata y con las zapatillas que tanto te gustaban. Hablabas clara y pausadamente, tratando de mostrar tranquilidad, pero tus ojos decían otra cosa.  Me ayudaste a ponerme algo abrigador y los primeros zapatos que encontramos, cogiste mi mano y caminamos juntos apoyándonos en las paredes, para darnos mayor seguridad. Cuando empezamos a bajar a la primera planta, por las amplias escaleras y estando en el descanso, cesó de pronto todo movimiento y  ruido.

El silencio nos sorprendió y sobrecogió, solo era roto por nuestras pisadas que iban entre todo lo que estaba roto y esparcido. Seguimos bajando, ahora con un poco más de seguridad. Llegamos al primer piso y mientras caminábamos pequeños trozos desperdigados por el piso crujían al pisarlos, pese al cuidado que teníamos al caminar. Avanzamos hasta la sala. Nos detuvimos en el medio de ella, mirando lo que antes había estado limpio y arreglado; ahora todo era un desorden: muebles desubicados, lámparas de techo descolgadas y destrozada totalmente contra el suelo, flores y sus respectivos jarrones yacían por el piso. Era una mezcla de vidrios rotos, agua absorbida por la alfombra y las bonitas flores, cosa que encontré contradictorio.

Nos mirábamos estupefactos por tal desorden; pese a ello, noté que habías encontrando tu propia seguridad al actuar, hablar y sobre todo al mirar. Allí estabas, parado en medio de la sala, rodeado del desorden y caos generado por lo que acababa de suceder. «Un terremoto», dijiste con seguridad. Al verme, te acercaste a mí con tranquilidad, me abrazaste y dijiste «todo va estar bien, estamos juntos y bien». Desde ese día, la frase «todo va estar bien» tiene un poderoso efecto, cuando lo dices con calma, serenidad, con esa mirada franca y honesta, sé que así será. Cómo han variado los papeles, hijo, ahora eres tú el que me cuida, ofrece palabras de aliento y me otorga seguridad. ¡Qué buen ejemplo serás para tus hijos!

Antonio Tomasio. Autor del libro Uno (Yo). Escríbe a atomasio@antoniotomasio.com con tus preguntas o sugerencias o visita la página www.antoniotomasio.com