viernes, 19 de julio de 2013

Poeta 195: Alejandro Romualdo


ALEJANDRO ROMUALDO VALLE PALOMINO

(Trujillo, La Libertad, 1926 - Lima, 2008) Poeta peruano, destacado miembro de la generación del 50 de la literatura peruana. Aunque no gozó de la celebridad de otros autores de su generación, su poesía, objeto a veces de polémica en cuanto a su valoración, ha merecido siempre la atención del público y la crítica.

Marcada por la actitud ecléctica del autor, la obra de Alejandro Romualdo recoge distintas influencias y las sintetiza en una fórmula muy personal: el cuidado del vocabulario evoca la estética del modernismo, en tanto la atención a los temas existenciales proviene de César Vallejo; su visión a menudo cósmica de la naturaleza recuerda la poesía de Pablo Neruda.

Su libro Poesía concreta (1952) puede considerarse el arranque de su actitud crítica ante la realidad social. Para ello, Romualdo se sirvió con destreza de las formas y estrofas clásicas, adecuándolas a nuevos significados. A menudo parte de clichés coloquiales a los que otorga un nuevo sentido, desvinculando los términos de su uso común.

Con Edición extraordinaria (1958) hizo de la poesía un instrumento de agitación y propaganda política, vinculándola a sus convicciones marxistas. Sin renunciar a esas convicciones, Romualdo acudió a otras fórmulas estéticas, como lo demuestra Cuarto mundo (1972) y, sobre todo, Extensión de la palabra (1974), poema-libro que experimenta con elementos visuales y gráficos y lo acerca a cierta fase de la poesía de Octavio Paz.

Ya en Poesía 1945-1954 se advertía una preocupación poética, más allá de la proclama circunstancial, próxima a la de poetas como Jorge Eduardo Eielson y Javier Sologuren. Otras de sus obras que merecen destacarse son Cámara lenta (1950), La torre de los alucinados (1951), Desde abajo (1961), Como Dios manda (1967), El movimiento y el sueño (1971), Poemas (1975) y Poesía íntegra (1986).

CANTO CORAL A TUPAC AMARU
QUE ES LA LIBERTAD


Yo ya no tengo paciencia
para aguantar todo esto.
Micaela Bastidas


Lo harán volar
con dinamita. En masa,
lo cargarán, lo arrastrarán. A golpes
le llenarán de pólvora la boca.
Lo volarán:
¡Y no podrán matarlo!

Lo pondrán de cabeza. Arrancarán
sus deseos, sus dientes y sus gritos.
Lo patearán a toda furia. Luego
lo sangrarán:
¡Y no podrán matarlo!

Coronarán con sangre su cabeza;
sus pómulos con golpes. Y con clavos
sus costillas. Le harán morder el polvo.
Lo golpearán:
¡Y no podrán matarlo!

Le sacarán los sueños y los ojos.
Querrán descuartizarlo grito a grito.
Lo escupirán. Y a golpe de matanza
lo clavarán:
¡Y no podrán matarlo!

Lo pondrán en el centro de la plaza,
boca arriba, mirando al infinito.
Le amarrarán los miembros. A la mala
tirarán: ¡Y no podrán matarlo!

Querrán volarlo y no podrán volarlo.
Querrán romperlo y no podrán romperlo.
Querrán matarlo y no podrán matarlo.

Querrán descuartizarlo, triturarlo,
mancharlo, pisotearlo, desalmarlo.

Querrán volarlo y no podrán volarlo.
Querrán romperlo y no podrán romperlo.
Querrán matarlo y no podrán matarlo.

Al tercer día de los sufrimientos,
cuando se crea todo consumado
gritando ¡Libertad! sobre la tierra,
ha de volver.
¡Y no podrán matarlo!

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