viernes, 11 de mayo de 2012

Poeta 136: Federico Barreto


FEDERICO BARRETO 

Nacio en Tacna, Perú el 8 de febrero de 1862. Su padre, Federico María Barreto, fue coronel de infantería del ejército peruano. Federico Barreto vivió en Tacna durante la ocupación chilena que siguió a la Guerra del Pacífico. En esta ciudad llevó a cabo una intensa vida intelectual y periodística, abogando por la peruanidad de los territorios ocupados por Chile y oponiéndose a la chilenización.

Fue miembro fundador del semanario "El Progresista" (1886) y del "Círculo Vigil" (1888). Con su hermano José María, integró el grupo literario llamado "La Bohemia Tacneña", en cuya revista literaria "Letras" colaboraron, entre 1896 y 1898, escritores como Rubén Darío, Clemente Palma, José Enrique Rodó y José Santos Chocano.

Desde 1898, Federico Barreto fue co-director, con su hermano José María, del diario "La Voz del Sur". Esta actividad le granjeó enemigos entre las autoridades chilenas. En 1911, ante la indiferencia de las autoridades, una turba asaltó y destruyó, durante más de cuatro horas, las imprentas que publicaban los dos diarios peruanos de Tacna: "La Voz del Sur" y "El Tacora" (dirigido por Andrés Freyre Fernández). En 1912, publicó el poemario Algo mío, el cual le ganó gran popularidad en el público, que agotó la edición. En 1924 se publicó una segunda edición, igualmente agotada.

En 1925, habiéndose planteado la realización de un plebiscito (que nunca se llevó a cabo) para que las ciudades de Tacna y Arica decidan a qué país integrarse, integró la Comisión de Propaganda de la Delegación Peruana. Basado en esta experiencia, escribió Frente al morro, un diario de la vida a bordo del navío "Ucayali", en el cual se estableció la delegación peruana frente al puerto de Arica. En 1927, publicó el poemario Aroma de mujer. Federico Barreto murió en Marsella, Francia, el 30 de octubre de 1929, el mismo año en que Tacna volvió a suelo peruano. En 1968, sus restos fueron repatriados desde Marsella e inhumados en el Cementerio General de Tacna.





QUEJA A DIOS

Me has entregado, ingrata, al abandono,
y yo, que tanto y tanto te he querido,
ni tu negra traición echo en el olvido
ni disculpo tu error... ¡ni te perdono!

No intentes, pues, recuperar el trono
que en mi pecho tuviste, y has perdido.
En el fondo del alma me has herido
y en el fondo del alma esta mi encono.

Yo no podria, es cierto, aunque quisiera,
castigar como debo tu falsia;
mas la mano de Dios es justiciera...

¡Castigala, Señor con energia!
Que sufra mucho; ¡Pero que no muera!
¡Mira que yo la adoro todavia!

 
MAS INFORMACION